Un día en el año de 1949 Alberto Ruz, director de excavaciones descubrió en el suelo de un vestíbulo del Templo de las inscripciones, que una de las losas tenía 12 orificios colocados muy simétricamente, dedujo que podía tratarse de tacos de piedra que tapaban orificios hechos en la losa y así fue, entonces llegó a otra deducción... que en estos agujeros se utilizaban sogas para levantar la losa y esto fue suficiente para decir que debajo de esta losa se encontrara algún vestíbulo o pasadizo descendente.
La losa fue levantada y se descubrió una escalera descendente llena de escombros, que señalaban un camino hacia la profundidad de esta pirámide, al arqueólogo le tomó 3 años quitar los escombros de cada escalón. Hasta el año 1952 el arqueólogo y su equipo caminaron por un corredor que terminaba en un muro de piedra, al penetrar este obstáculo se hallaron en un corredor que del techo colgaba agua filtrada por lo siglos de deposiciones.
En el suelo de esta cámara, encontraron los restos de 6 adolescentes teñidos de rojo, producto de los sacrificios humanos hechos en aquella época. Se dice que por su forma craneal y las incrustaciones en los dientes pertenecían a la nobleza maya.
La pregunta que todos los arqueólogos que se encontraban dentro era "¿Por qué este sacrificio?" La respuesta se encontró en un muro de piedra con forma triangular al fondo de la cámara.
Alberto Ruz debajo de su descubrimiento
Imagen tomada de: www.eldiariodepalenque.com.mx
El 15 de julio de 1952, Alberto Ruz consiguió desplazarla y entrar en otra cámara que revolucionaría la historia de la arqueología... Se trataba de una sala en forma rectangular de 9 metros de ancha por 4 de larga, se encontraban 9 personajes pintados en el estuco de la pared que parecían "vigilar" el sueño de un personaje que se encontraba al centro, debajo de una losa labrada de 5 toneladas. Se trataba de una tumba, en aquel tiempo los arqueólogos afirmaban rotundamente que a diferencia de las egipcias las pirámides mexicanas no contenían tumbas, hasta ese momento se habían equivocado, aquel Templo de las Inscripciones de Palenque sí la tenía.
La pesada losa que la cubría ofrecía en sus bajos relieves un retrato del personaje que estaba debajo, un hombre en insólita postura, rodeado de extraños y abigarrados símbolos, un hombre que curiosamente daba la impresión de estar pilotando una pequeña nave, un vehículo parecido a los cohetes espaciales.

Las manos parecen manejar delicadamente unos controles, la cabeza del personaje parece descansar en un soporte que corresponde a las grandes aceleraciones producidas por la nave, los pies tienen una altitud dinámica como si participaran en el control de la nave, la mirada se encuentra decididamente orientado a lo que podría ser la proa de la nave, incluso junto a su nariz se encuentra algo que recuerda a un micrófono o un aparato para respirar, delante del hombre no faltan piezas mecánicas y dializadas y tubos articulados, incluso la proa misma del vehículo está rematada por lo que parece se un Quetzál, el ave solar un símbolo de lo cósmico. Además detrás del hipotético astronauta formando parte de su asiento, se encuentra un mascarón que algunos identifican como el "mascarón solar" que quiere decir "energía" o "fuerza" que por si fuera poco, parece dejar escapar un chorro de llamas como si lo fuera un cohete.
Desde el sarcófago hasta el nivel superior del Templo de las Inscripciones, se encontró a lo largo de la escalera un psicoducto, o tubo hueco, con forma de serpiente que fue colocado para que Pakal se pudiera comunicar desde el inframundo.
WOW..ESTE TEMA ME GUSTA MUCHO Y ES MUY DE MI AGRADO E IMPORTANCIA. SIGUE ASI
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